
¿Cómo entiende usted el papel actual de los servicios bibliotecarios en la construcción de comunidad y ciudadanía activa?
La biblioteca pública es un servicio público que sólo se puede desarrollar si responde a las necesidades de las comunidades, a las personas y al entorno en el que se ubica. Desde este punto de partida todo se resume en la activación de flujos que se retroalimentan y se enriquecen.
Habitualmente hemos pensado en “una” biblioteca compuesta por colección, servicios, proyectos y actividades. Esto está muy bien, pero considero que tenemos la responsabilidad de llevar la biblioteca más allá.
Entiendo la biblioteca como un agente vivo, que se mueve y evoluciona día a día por los impulsos y las relaciones con su entorno, con la(s) comunidad (es). Comunidades formadas por personas que hacen vibrar la biblioteca. La biblioteca no es, la biblioteca se hace; se construye día a día.
La biblioteca también somos los profesionales que trabajamos para ella (no en ella); los profesionales que la “habitamos” somos una comunidad más que, en este caso, tiene una responsabilidad concreta en la ayuda, acompañamiento y colaboración en la construcción de comunidades. Es por eso que estas últimas décadas hablamos de bibliotecas como lugar de encuentro, bibliotecas que fomentan la (auto)formación, la cocreación, la colaboración, bibliotecas que activan metodologías de participación de las personas…
En su opinión, ¿qué retos sociales y culturales son más urgentes de abordar desde las bibliotecas y servicios públicos de lectura?
El derecho a la cultura y a la formación es función prioritaria de la biblioteca. Creo que los profesionales tenemos muy claro que esto es así. No todas las bibliotecas y profesionales tenemos la misma visión, ni tampoco todas tenemos la misma manera de actuar al respecto.
La biblioteca no puede ser indiferente ante los que más la necesitan. Son muchos los colectivos vulnerables que tenemos en el entorno y no creo que vayan a disminuir. Ahora más que nunca las puertas (y cuando digo las puertas quiere decir los servicios, las colecciones, los espacios, las conversaciones…) tienen que estar abiertas para responder a todas estas vulnerabilidades.
En mi experiencia actual es increíble lo que estamos trabajando con (y no para) colectivos con discapacidades varias, personas sin techo, colectivos inmigrantes, personas que sufren soledad etc. y pienso que es una realidad con la que convivimos muchas bibliotecas. Es todo un reto.
Para poder trabajar en esta tesitura creo que es importante hacer “una gimnasia mental” y:
- Asumir e impulsar la biblioteca como un lugar de encuentro. Un espacio seguro donde incluso las personas más vulnerables lo pueden hacer suyo, lo sientan suyo. Un espacio en el que las comunidades se encuentren y puedan desarrollar proyectos y acciones pensados con y para ellas.
- Pensar en una biblioteca sin paredes. Una biblioteca que dialoga con su entorno, que va allí donde las comunidades de su entorno la puedan necesitar. Defender que la biblioteca no sólo se hace en su espacio físico.
- Activar una biblioteca como un agente cultural y social que colabora con otras entidades, asociaciones, colectivos… para conseguir un mayor y mejor desarrollo de los mismos.
- Diseñar la biblioteca como servicio que fomenta la creación y transmisión de conocimiento, donde el “co” centraliza su actividad diaria (cooperación, cocreación), donde todas podemos aprender y enseñar o aportar.
Creo que estamos viviendo un momento muy interesante en estos aspectos y, por ejemplo, Plan de derechos culturales 2025-2030 va a ser una herramienta importante para trabajar esa nueva mirada.
¿Cómo ha vivido la transformación de Tabakalera y del Medialab en particular hacia un espacio donde el ciudadano es protagonista?
Ciudadano versus persona.
Antes de nada, me perdonaréis que haga un pequeño inciso. Durante mucho tiempo he(hemos) solido utilizar el término “ciudadanía” como concepto que incluye a todas las personas que viven en nuestros pueblos y ciudades. Entendemos (de manera muy resumida) que los/las ciudadano/as son miembros de las comunidades y que tienen los mismos derechos y oportunidades, esto supone, entre otras cuestiones que tienen “una documentación en regla”. Lamentablemente bajo el término ciudadanía no entran todas las personas. Por eso intento utilizar más el término “persona”.
Este septiembre se han cumplido diez años desde que Tabakalera abrió sus puertas. Un Centro Internacional de Cultura Contemporánea (CICC), un espacio en el que se fomenta la creación artística, un proyecto en el que conviven artistas, colectivos sociales, instituciones varias, ciudadanía… y una serie de servicios que responden a necesidades de creación, consumo y disfrute cultural.
En este marco está enclavada Medialab. El objetivo principal es el de ofrecer servicios, fomentar el aprendizaje y activar comunidades de práctica de personas. Personas (artistas, estudiantes, familias, amateurs…) que viven Medialab desde sus necesidades. Claro que hay un marco temático (biblioteca especializada) y sobre todo de posicionamiento ideológico-cultural que describe el marco del proyecto, marco necesario para ajustar el día a día.
En este marco intentamos dar voz y conversar con las personas, con las entidades, con las comunidades. Y cuando digo “conversar” quiero decir hablar, observar, preguntar, responder… y colaborar.
Las personas que acuden a Medialab pueden decidir qué uso hacer; si quieren estar, si quieren participar, si quieren aprender, si quieren encontrarse… Deciden como quieren construir su biblioteca, porque creo que cada persona construye, mediante el uso que hace, su biblioteca, su experiencia crea su biblioteca.
Desde un inicio trabajamos en una biblioteca pensada en las personas: en esos universitario/as que llenan la ciudad, en las familias del barrio que disfrutan de Medialab (en muchas ocasiones en lugar de ir al centro comercial), en lo/as artistas que utilizan los servicios y el equipo para trabajar sus proyectos, en las personas mayores que comparten el espacio con lo/as más pequeño/as, en aquellos colectivos que reclaman su derecho a disfrutar de un espacio en calma, seguro, en las personas que quieren encontrarse y desarrollar proyectos con otras personas…. Es un proyecto pensado en las personas.
¿Cómo se equilibra la dimensión cultural e innovadora con la función más clásica de las bibliotecas como espacios de consulta y lectura?
Hace ya un tiempo que las bibliotecas no son sólo un espacio de consulta y lectura, es más, las bibliotecas son servicios y no espacios. Creo que me repito. 😉 Quien está todavía en ese esquema está muy equivocado/a.
La biblioteca es un servicio público de transmisión y generación de conocimiento que no ha hecho más que evolucionar a lo largo de su historia. Pensad en las primeras bibliotecas de las que tenemos noticia, su colección, el acceso, los servicios… poco tienen que ver con los actuales; y las actuales bibliotecas, que están en un momento importante de cambio, no se parecerán mucho a las posteriores.
Todo evoluciona cada vez más rápidamente en nuestra sociedad, las bibliotecas también lo tienen que hacer. No nos podemos quedar atrás. Si realmente las bibliotecas públicas son un servicio público tiene que responder a las necesidades de su entorno. Es responsabilidad de los profesionales y de las administraciones planificar y definir políticas que acompañen y faciliten este cambio. No creo que pueda justificarse la biblioteca de otra manera.
Debemos fomentar la conversación con el entorno. La conversación se da de “tú a tú”, es bidireccional. Supone escucha. Supone ser receptivo/a. Supone tener una actitud de colaboración, de creación en colectivo y en comunidad. Supone abrir vías para la innovación cultural. Supone pensar en la biblioteca que tiene que ser y no en la que ha sido.
¿Qué aprendizajes de la experiencia de Medialab Tabakalera podrían aplicarse en otros contextos bibliotecarios más pequeños o de entornos rurales?
Mi experiencia me ha enseñado que cada biblioteca, cada servicio, cada proyecto… debe responder a su realidad. Es por esto que no plantearía una serie de proyectos, servicios o actividades concretas, pero sí una serie de reflexiones que pienso, pueden ser válidas en muchos contextos.
- No hay que tener miedo a experimentar y fracasar. El fracaso es una de las mejores escuelas, es un fantástico aprendizaje. Si no probamos no sabemos si puede funcionar. Por lo que, por ejemplo, frases como “esto lo hemos hecho siempre así” o “eso es una locura” no nos sirven. A esto añadiría que es imperativo tener una visión crítica constante, incluso de nuestro trabajo. Ni somos tan magníficas ni somos un desastre, pero siempre, siempre se puede mejorar.
- Entender que las normas están hechas para saltarlas. Las normas (y estoy hablando sobre todo de nuestra normativa profesional) tiene que ser una guía en el día a día, y no pasa nada si no la cumplimos siempre que esté justificado por un “bien mayor” (las personas). Podemos ser “rígidas” pero tener mucho movimiento de cintura, a la vez. Nuestra primera norma debería ser preguntarnos ¿En qué le puedo ayudar? ¿Qué puedo aportar?
- Envidiamos las grandes bibliotecas, con (supuestos) muchos recursos, en edificios maravillosos, pero las bibliotecas en barrios y poblaciones pequeñas son “un lujo” para construir biblioteca (espero que no se me malinterprete). Normalmente se ubican en lugares con menos servicios públicos, y menos recursos culturales, y a su vez, en estas realidades creo que la biblioteca es tractor en el desarrollo de estas comunidades. Eso sí, debemos reivindicando que estas bibliotecas no pueden estar infradotadas de recursos y personal. Aprendo mucho de ellas.
- La importancia de trabajar en Fase Beta permanente. Nada es para siempre. Todo se puede mejorar. Lo que hoy funciona puede que mañana no. Las bibliotecas avanzan con la ayuda de diversos agentes, del interés de su equipo, de las comunidades con las que trabaja. Es la única manera de evolucionar y de crecer.
- El equipo, las personas que lo forman, son su mayor valor. Es necesario tener un equipo compuesto por personas bien formadas en diferentes ámbitos, que entiendan bien qué es trabajar para un servicio público. La clave está en unir en un grupo de compañeros visiones diferentes que enriquezcan el objetivo común de hacer biblioteca.
De cara al futuro, ¿cómo imagina el papel de las bibliotecas como espacios de ciudadanía y experimentación social?
No es una cuestión de futuro, es una cuestión de actualidad. Estamos asistiendo a la implementación de servicios y dinámicas que no hacen más que reivindicar la biblioteca de las personas, de las comunidades. Incorporar dinámicas que faciliten la esa dimensión social de las bibliotecas es la mejor manera de enriquecer los proyectos bibliotecarios.
No se trata de sólo de ceder espacios, de colaborar en proyectos, se trata de ir avanzando poco a poco en una nueva gobernanza de las bibliotecas. Me imagino una biblioteca “más sexi”.
Para acabar, ¿Qué te parece la labor desarrollada por la AAB?
Las asociaciones profesionales son imprescindibles en cualquier ámbito. En el nuestro también. Son necesarias para que el colectivo profesional se encuentre y, a su vez, encuentre un apoyo ante las instituciones. Es por eso que no me puedo imaginar nuestra profesión sin la labor que hacen todas las asociaciones y entre ellas, cómo no, AAB. Veo que es una asociación dinámica, que poco a poco está haciendo un camino respondiendo con proyectos diversos a sus asociados, y esa es una buena señal. Enhorabuena!
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En este sentido recomiendo leer el post publicado en la plataforma de Laboratorios Bibliotecarios “LABBBS en el Plan de Derechos Culturales”