En los últimos años, hemos tenido que afrontar el reto de la transformación de las bibliotecas, en sus servicios, espacios, etc. ¿Cómo analizas el impacto en las bibliotecas?
No estoy seguro de si podemos hablar de transformación, actualmente quizá se habla con cierta ligereza de cambio y de renovación. Creo que estos últimos años hicieron emerger cuestiones muy importantes y que no debemos obviar, aunque el trabajo del día a día no nos deje tiempo para hacerlo. La cuestión de si las bibliotecas deben ser un servicio esencial, vino a remover nuestro ámbito y creo que aún no es un debate cerrado. En ella subyace otro planteamiento: ¿Para quién somos esenciales? Creo que debemos matizar los conceptos de “la ciudadanía” o “la comunidad” y empezar a pensar en públicos concretos. Nuestras puertas están abiertas a todos, ¿pero para quién es vital nuestro trabajo? La idea de lo público debe llevar asociada ese “ser vital”, es decir, ¿cuánto de felicidad o de no-sufrimiento podemos llevar a las personas? Por ejemplo: no tiene la misma implicación la obtención de un DNI para un español que de un NIE para un extranjero. Igualmente, no es lo mismo ofrecer un autor mainstream que seguramente en unas semanas estará en la feria del libro o en una librería, que un autor más joven o un autor que experimenta con los límites de la literatura. Para mí, que me gusta una literatura que se interesa por la forma, casi no hay espacios que la promuevan de forma gratuita y accesible. Esa es la cuestión, la posibilidad de acceder a ciertos servicios. Creo que es una buena oportunidad para pensar en nuestros valores y en qué medida los aplicamos.
¿Qué te motivó a llevar a cabo una reorganización de la biblioteca y a realizar nuevas actividades novedosas?, ¿Qué impacto tuvo entre los usuarios esas nuevas prácticas?
Un bibliotecario cuando se enfrenta a un nuevo proyecto debe mirar siempre a dos distancias: el paso siguiente y la línea que queremos que tracen nuestras huellas. No es tan importante la meta, porque esta depende de muchas variables externas, sino el que se vea cuál era la intención y los principios que guiaban la biblioteca.
En mi caso fue agrupar todas las voluntades de la biblioteca – actividades, servicios, proyectos presentes y futuros – y reunirlo con las voluntades de la comunidad escolar, dentro de un plan estratégico. (Una suerte de Blimunda del Memorial del Convento de Saramago) Dicho plan fue pensado como el primer paso para introducir un verdadero sistema de gestión en la biblioteca. El plan tiene 4 objetivos: normalizar el servicio, crear lazos con la comunidad, incentivar la autonomía del usuario y transformar la biblioteca en un espacio cultural. A partir de estas bases desarrollamos un conjunto de reuniones con todos los departamentos, un plan de actividades y un plan de formación sobre habilidades de investigación para alumnos desde el primer año de primaria hasta el último año de bachiller. Este es el lado visible, pero hay un trabajo subyacente que busca crear una nueva idea de la biblioteca. Una imagen más contemporánea de los bibliotecarios, con quienes los alumnos puedan hablar de forma libre y no prescriptiva sobre libros, videojuegos, dibujos y artistas que ellos conozcan. Primero hay que conocer al público y dedicar tiempo a ver lo que les gusta. Se debe entender también que la biblioteca es un espacio seguro para cierto tipo de alumno, un lugar donde pueden tener interacciones de forma controlada. Igualmente hay un trabajo con los profesores con el objetivo de cambiar la imagen que tienen de la biblioteca. Es importante en cada gesto intentar dar una visión moderna de la biblioteca, para que poco a poco se supere la idea de un espacio de silencio y “recelo” que muchos usuarios tienen. Por último, hay que acompañar todo el proceso con datos estadísticos, que nos permitan tomar decisiones basadas en evidencias.
Al final del año habíamos aumentado cerca de un 70% los préstamos, lo que mantuvo en los años siguientes. Y lo más importante, se consiguió un grupo asiduo de usuarios para la lectura, el estudio o simplemente para estar en la biblioteca porque es un espacio que les gusta.
¿Cómo ves las nuevas generaciones de bibliotecas y bibliotecarios?
Actualmente, aún no vemos la presencia de una nueva generación de bibliotecarios. Es ahora cuando la gente de mi generación empieza a entrar poco a poco en las bibliotecas públicas. Hubo un largo periodo en el que las bibliotecas funcionaban con menos personal del que debían. Y los bibliotecarios de una forma valiente han aguantado ese sobreesfuerzo. Debemos agradecer a esos bibliotecarios todo el esfuerzo que han hecho para mantener el sistema bibliotecario español, por ellos sigue existiendo. No parar fue un acto de valentía. No todos lo han conseguido, pero sí un gran grupo de ellos. En cuando a la nueva generación espero que venga con ganas de continuar ese gran trabajo, que no se deje llevar por la vorágine de métodos y modelos y se acuerde que lo importante son las personas y que las bibliotecas son espacios de cultura. Creo que las generaciones Y y X, se caracterizan por replantear el sistema que hemos heredado y rescatar los valores que lo sostiene. Eso lo vemos en los escritores y pensadores de esas dos generaciones. Espero que los bibliotecarios hagan lo mismo.
¿Qué esperas de las XXI Jornadas Bibliotecarias de Andalucía?
En primer lugar, es un honor para mí participar en las Jornadas. Es un encuentro importante en el panorama bibliotecario español. Es la primera vez que participo y asisto a estas jornadas, antes vivía bastante lejos de Andalucía. Espero que este encuentro sea un espacio de intercambio. Y principalmente espero encontrar ideas que me hagan repensar la esencia de las Bibliotecas. No hay nada mejor que una idea que nos descoloca, incluso cuando estemos en total desacuerdo. Nos sirve para ubicarnos en el mundo, para rechazar o confirmar nuestros principios. Escuchar los otros, igual que sucede con la literatura, sirve para ampliar el rango de pensamiento o para encontrar la forma correcta de expresar una idea que ya teníamos.
¿Qué opinión te merece el trabajo de la AAB en favor de la profesión?
Creo que la mayor virtud de AAB es su visibilidad. Han entendido que actualmente, por mucho que nos pese, no basta solo hacer un buen trabajo, sino que también hay que visibilizarlo. Y tener una asociación “visible” a la que mirar, da un sentido de comunidad a los bibliotecarios andaluces. Creo que esos son sus puntos fuertes: visibilidad y comunidad profesional.
Igualmente es de resaltar la importancia de sus boletines y de las actas de las jornadas, que ofrecen un amplio panorama de lo que está sucediendo en la profesión.
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