ENTREVISTAS 7JTB: María Teresa Ortigosa Delgado

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¿Qué significa para usted que la biblioteca se convierta en agente activo de transformación social en su entorno?

Significa que la biblioteca va más allá del servicio de préstamo de documentos y animación a la lectura para convertirse en un verdadero corazón vivo de la comunidad, en un motor que promueve, facilita, provoca cambios en la comunidad a la que presta servicio.  La biblioteca se involucra activamente en lo que ocurre a su alrededor, se abre a la escucha activa, a la participación ciudadana y actúa con intención para mejorar la vida de las personas.

Una biblioteca activa trabaja de manera transversal con los diferentes agentes sociales y políticos, apoya a docentes, se alía con liderazgos comunitarios y responde a lo que la gente necesita realmente: desde un taller de empleo, una charla sobre salud mental o un club de lectura que fortalece vínculos, generando impacto en lo educativo, lo cultural y lo social.

En pocas palabras, una biblioteca así no se queda esperando a que la gente llegue, ¡sale a su encuentro! Y eso, para mí, es ser un verdadero agente de transformación social.

 

¿En qué medida la participación de usuarios y comunidad modifica los resultados del proyecto?

Los resultados de un proyecto dependerán en gran medida del nivel de participación de las personas usuarias. Incluir su participación desde el inicio hace que el diseño sea más pertinente y se ajuste mejor a las necesidades reales a las que pretendemos dar respuesta.

Los proyectos están en constante evolución. En el caso de las bibliotecas públicas, el usuario es el protagonista y sus necesidades deben guiar el diseño del proyecto.

La participación asegura la sostenibilidad, ya que mayor participación ciudadana conlleva un mayor compromiso y apoyo de la comunidad, lo que aumenta las probabilidades de éxito a largo plazo.

La participación activa modifica los resultados, asegurando su relevancia y continuidad.

 

¿Cómo surgió la idea de transformar el espacio bibliotecario tradicional para invitar activamente a los jóvenes?

Trabajo en bibliotecas públicas desde hace más de treinta años y, a lo largo de este tiempo, en los foros y encuentros profesionales he escuchado con frecuencia una preocupación: la dificultad para atraer y conectar con el público joven. La frase “Solo vienen a las bibliotecas a estudiar” es un eco en mi memoria.

Este distanciamiento generacional con respecto a la biblioteca nos lleva a reflexionar críticamente sobre nuestros espacios, nuestras programaciones y la forma en que nos comunicamos con los jóvenes.

En 2024 se acomete la reforma del edificio que alberga la Biblioteca Pública Arroyo de la Miel, con el objetivo principal de dotarla de una sala de estudio, una demanda histórica de la comunidad estudiantil de Benalmádena. Al mismo tiempo, se decide reorganizar los espacios, conscientes de que la biblioteca carecía de una zona juvenil diferenciada. Como ocurre en muchas bibliotecas públicas, el área juvenil compartía espacio con la infantil, lo que generaba rechazo entre los adolescentes. Por ello, se ha optado por separar ambas zonas y dotarlas de mobiliario adecuado para cada grupo de edad.

La premura con la que fue necesario desarrollar el proyecto impidió contar con la participación ciudadana en el diseño de los espacios, algo que, sin duda, habría enriquecido los resultados.

 

¿Qué actividades o dinámicas han resultado más eficaces para romper la barrera del silencio y fomentar la participación juvenil?

La transformación del espacio ha sido fundamental: separar el espacio juvenil del infantil y dotarlo de mobiliario apropiado para el público al que está destinado.

En la mayoría de las bibliotecas públicas, los libros y recursos para primeras edades suelen compartir espacio con los destinados a estudiantes de secundaria. Sin embargo, los adolescentes no se sienten identificados con una sala compartida de carácter infantil.

Al separar los dos espacios en la Biblioteca Arroyo de la Miel los jóvenes disponen de un lugar donde reunirse, conversar y estudiar en grupo. Además, el mobiliario invita a compartir y pasar un rato en la biblioteca, es dinámico con variedad de mesas y asientos.

La incorporación de pizarras ha sido un acierto: un total de cuatro paneles acústicos móviles soportan pizarras que se utilizan para estudiar o explicarse entre ellos. Se han convertido en una herramienta esencial dentro de la sala juvenil.

 

¿Qué cambios ha observado en la actitud de los jóvenes hacia la biblioteca desde el inicio del proyecto?

Sobre todo, los datos estadísticos hablan, la sala se llena a diario cosa que no ocurría antes de la reforma. Además, nos felicitan a menudo por la instalación de las pizarras.

 

¿Qué desafíos futuros identifica para seguir innovando en el trabajo con este colectivo?

En un futuro próximo la sala juvenil contará con pantallas interactivas. Nuestra intención es dotarla de un espacio multimedia equipado con herramientas para la creación digital, como cámaras, micrófonos, tabletas gráficas e impresora 3D. También sería estupendo disponer de zonas para grabación y streaming, incluyendo una cabina o rincón destinado a la realización de podcasts o vídeos.

Paralelamente, será necesario diseñar un plan de actividades de animación a la lectura, que complemente estos recursos tecnológicos y potencie el interés de los jóvenes por la biblioteca.

 

¿Qué consejo compartiría con otros profesionales que deseen implementar proyectos similares?

Es fundamental incluir la participación ciudadana en nuestros servicios bibliotecarios, arriesgar e innovar.

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